domingo, 13 de abril de 2008

Por amor al arte

Que no me hablen jamás de tinta, de papel, de pluma, de estilo, de impresor, de imprenta; que no vuelvan á decirme: «escribís bien, Arístenes; continuad escribiendo; haced un in folio, tratando de todas las virtudes y de todos los vicios de una manera seguida, metódica, sin fin». Renuncio á todo lo que sea un libro. ¿Estoy mejor comido, mejor vestido, más abrigado del norte, después de veinte años enteros que se venden mis obras en la plaza? Tengo, decís, un gran nombre y mucha gloria; decid que todo es viento y que eso no me sirve para nada. ¿Tengo por ventura un grano de ese metal que sirve para todo?
Los unos ganan, los otros se enriquecen, los más charlatanes se hacen dar pensiones. Se le paga al obrero su tiempo y su trabajo, ¿pero se le paga á un autor lo que piensa y lo que escribe? Es locura, simpleza, imbecilidad matricularse de autor o filósofo; mejor es tener un oficio lucrativo que haga la vida amable, escribiendo por gusto, por ociosidad, por juego como otros tocan la flauta. Los que me aconsejan escribir, leerán por título de mi próxima libro: De lo bello, de lo bueno, de lo verdadero; de las ideas; del primer principio; por Arístenes, vendedor de mariscos.
Jean de La Bruyère hablando de si mismo en los Caractères (1688).

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