Cuéntase que Macario, un día en que iba por la montaña, vio un cráneo de muerto yaciendo en tierra. Macario removió la cabeza, y entonces esta respondió.
Macario dijo: ¿Quién eres, tú que me hablas?
El cráneo dijo: Soy griego, del tiempo de los gentiles.
Macario dijo: Y yo, ¿quién soy?
El cráneo dijo: Tú eres Macario, el pneumatóforo.
Macario dijo: ¿Estás en el reposo o en el sufrimiento?
El cráneo dijo: Estoy en los tormentos.
Macario dijo: ¿De qué suerte son tus tormentos?
El cráneo dijo: Hay un río de fuego que hierve sobre nuestras cabezas - tan alto como el cielo y otro río debajo de nosotros. Nosotros estamos en medio, sin que nuestros rostros puedan ver los otros rostros, pero nuestras espaldas están unidas las unas a las otras. En el momento en que se hace una plegaria por nosotros, recibimos un poco de reposo.
Macario dijo: ¿En qué consiste ese reposo?
El cráneo dijo: Durante un parpadeo, nos vemos el rostro los unos a los otros.
De los Apotegmas coptos de Macario el Viejo, citado en Los Hombres ebrios de Dios, de J. Lacarrière.
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