Por último, Lombroso halla otra prueba del origen atávico del crimen en el estudio del carácter del niño. «Los gérmenes de la locura moral y del crimen, dice, se encuentran, no por excepción, sino de una manera normal, en los primeros años del hombre, del mismo modo que en el feto se registran ciertas formas que en un adulto son monstruosidades; si bien es cierto que el niño representaría un hombre privado de sentido moral, lo que los alienistas llaman un loco moral, y nosotros un criminal-nato». Para él, los niños son coléricos, vengativos, celosos, embusteros, ladrones, egoistas, crueles, desprovistos de sentimientos afectivos, perezosos, imprevisores, vanidosos, obscenos. Sin embargo, reconoce que hay excepciones, y deja escapar este grito del corazón, sin duda comprometedor para su doctrina: «¡Tú eres de estas excepciones, ángel mío; tú, cuyos ojos tan dulces y tan brillantes, me iluminan desde el fondo de tu sepulcro; tú, que no parecías regocijarte sino de la dicha de otro!»
Recogido de La Antropología Criminal y Las Nuevas Teorías del Crimen, de Emile Laurent (1893).
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