En toda la ciudad no se hablaba de otra cosa. ¿Partirá? ¿No partirá? Parece que sí, parece que no. Fué un verdadero acontecimiento. En resumidas cuentas, no partió; pero, de todos modos, el haber estado en candidatura para hacer tal viaje engrandeció su figura. Para Tarascón, lo mismo daba haber ido a Shang-Hai que haber pensado en ir. Á fuerza de hablar de tal viaje, se concluyó por creer que Tartarin estaba ya de vuelta, y por la noche, en el Casino, le preguntaban noticias sobre la vida de Shang-Hai, sobre las costumbres, el clima, el opio y el comercio en grande escala.
Tartarin, muy bien enterado, daba gustoso todas las noticias que le pedían, y al cabo y á la larga concluyó por no estar seguro de si había ido ó no á Shang-Hai; pues á la centésima vez de contar las cosas extraordinarias que sucedían en aquellos lugares de la Tierra, ya decía con la mayor naturalidad:-Entonces yo ordené que se armaran todos mis dependientes, icé la bandera, y desde las ventanas ¡pím! ¡pám! sobre los tártaros.Al escuchar estas palabras, todo el Círculo se estremecía.
Alfonso Daudet, Aventuras Prodigiosas de Tartarin de Tarascón (1872)
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