sábado, 5 de junio de 2010

1865, Odisea del Espacio

Camilo Flammarion (1842-1925), además de tener el mejor nombre posible para un astrónomo francés del siglo XIX, era un tipo de gran sentido común. Pero era medio plomo. Pero era gracioso.

Ya que tocamos el punto de la visibilidad de la Tierra á bordo de un planeta lejano, debemos hacer notar un error muy natural en que ha caido gran número de escritores. Cuando un pensador, un poeta, un filósofo, se eleva mentalmente á la contemplacion del cielo estrellado, cuando se imagina dejar á nuestro hemisferio dormido, y subir, durante la noche oscura y silenciosa hasta los Mundos que centellean en la inmensidad, la impresion que le domina sin notarlo, es la de la noche y del silencio. Desde entonces, si, llegado al término de su viaje etéreo, vuelve atrás y procura en su pensamiento describir el aspecto que deberá presentarle la Tierra de donde se ha alejado, la impresión primera subsistirá, y nuestro viajero nos describirá un Mundo oscuro perdido en la oscuridad inferior. Este calor local no falta nunca. Léase el Viaje extático de P. Kircher, véase a los que le han precedido como á los que le han seguido, y generalmente se hallará el testimonio en que el viajero ficticio en cuestión habrá faltado á la primera de las precauciones oratorias, á la verosimilitud, quitando de esta manera la ilusión desde la primera página.

Sin embargo, se puede ver por la simple inspeccion que cuanto mas se aleja uno de la Tierra, mas parece ésta acercarse al Sol, hasta que por último se pierde en su luz, y que, en ningun caso, -á menos de no dirigirse hácia el Sol lo cual seria muy dificil por la noche,- la Tierra no puede hundirse en la oscuridad del espacio. Así es que desde Saturno, la Tierra no parece mas que una pequeña é insignificante mancha del Sol


Los Mundos Imaginarios y los Mundos Reales (1865), edición española de Imprenta y Librería de Gaspar, Editores (Madrid, 1877). De paso, ¿qué onda con los tildes?

2 comentarios:

Julia dijo...

Los tildes parecen auténticamente aleatorios... o mejor aún, la traducción está escrita por alguien que amaba el idioma francés y despreciaba el español.

REflexión interesante la de Flammarion... yo diría que muy actual también.

Roberto Carlos dijo...

Ese traductor está majareta.