lunes, 9 de mayo de 2011

C'est la guerre

¿Viste cuando hay dos peleando y uno está cascando al otro, pero el que está abajo simplemente no se rinde? Y ya es un poco patético, la decencia indica que debería dejarse de joder y parar el lamentable espectáculo. Pero sigue recibiendo los golpes, y larga débiles manotazos como puede. Y como en un momento dado el que está machacando al otro se da cuenta que no puede ganar, porque es físicamente imposible hacer más de lo que ya está haciendo y no es suficiente, y por lo tanto va a perder. Y pone esa expresión de pánico re-graciosa. Y pierde.


Ese es Igor Rasteriaev, el mismo de la canción del tractorista.

Por supuesto, la cinematografía norteamericana nos tiene acostumbrados a una variación menor: el vapuleado saca fuerza de flaqueza, y asesta un golpe que lo vuelve a poner en carrera, y de ahí no para (Rocky, la del karateca aquel, etc.). La diferencia radica en que el golpe nivelador es tan inesperado para el público como para el que lo recibe. Lo que Hollywood no mostró jamás, pero nunca nunca, te digo que ni una vez, es el caso en que el que viene ganando se da cuenta que va a perder antes que nadie. Y el sabe que nadie sabe, que todos creen que tiene todo bajo control, que el resultado es inevitable, esto ya se está poniendo aburrido, etc.
¿Porqué nunca encararon ese tema? Pff, obvio: el trauma de Vietnam y la mar en coche.
Pero un ejemplo mas limpio es la invasión Napoleónica a Rusia de 1812. En ese entonces, las guerras normalmente se resolvían casi que antes de empezar. Uno se aparecía con un ejército lo suficientemente grande en las fronteras de otro, y el otro se rendía. Entregaba la mano de alguna hija a algún sobrino y tal. Si el otro se tenía fe, llegaban a la siguiente etapa: una gran batalla. Se ponían los dos ejércitos uno en frente del otro, y se cascaban. Eso podía tomarse su tiempo, pero al final uno de los bandos ganaba y se quedaba con los cañones del bando perdedor, que se rendía. Boda, etc. Pero en 1812 no funcionó: los rusos no solo no se rindieron cuando se les presentó un ejercito grande (literalmente, la Grande Armée), tampoco lo hicieron cuando perdieron la batalla canónica (Borodino). No perdimos nada, dijeron. "Pero nos quedamos con sus cañones!". "Ah no se no se, eso está por verse, yo creo que no perdimos".
Entonces Napoleón va y ocupa Moscú. Y ni siquiera entonces! O sea, te ocupan la ciudad principal y vos no te das por aludido. Es como si en un torneo de ajedrez un jugador recibe jaque-mate y afirma que no considera que perdió, y no se va a levantar de la mesa hasta que el otro abandone. Uno solo puede imaginarse la frustración de Napoleón. "¿Pero qué más tengo que hacer?". Perder.

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